Aceptación no es resignación
No es infrecuente que nos encontremos, en la consulta o en cualquier otro tipo de interacción, con personas que no acaban de comprender (cuando no confunden) la diferencia que existe entre aceptar una realidad o resignarse a ella. Esto se debe, principalmente, al hecho de que aceptación y resignación hacen referencia a dejar de intentar algo. Sin embargo, cada uno de estos conceptos tiene implicaciones muy diferentes para nuestra vida personal y para nuestra salud mental.
La flexibilidad psicológica de una persona es la que permite su maduración emocional y mental. En este sentido, comprender las diferencias entre la aceptación y la resignación, favorece este proceso madurativo considerablemente. Una consideración básica de esta diferencia reside en que, si bien no tenemos por qué conformarnos con lo que puede ser mejorado, tampoco debemos sentirnos obligados a cambiar aquello que escapa a nuestro control.
La resignación es una actitud de impotencia ante una situación, una experiencia sensorial de no poder hacer nada y que, por ello, somos víctimas de lo que nos ha tocado vivir. Nos posiciona en el sufrimiento y genera resentimiento y amargura. Resignarse es vivir atados al pasado. La resignación nos bloquea y nos incapacita para tomar decisiones, elegir y buscar soluciones.
Por el contrario, la aceptación es abrir las puertas a nuestra capacidad para actuar. Supone comprender las situaciones de la vida, con sus ventajas y sus inconvenientes. La aceptación requiere observación y comprensión de lo que ocurre sin autoengaños. Se trata de aceptar independientemente de que nos guste o no, porque no tiene sentido negar lo que es, la realidad.
Cuando aceptamos una realidad (enfermedad, pérdidas, rupturas, etc.), abandonamos las luchas infructuosas, y nos ponemos en disposición de estar dispuestos a convivir con nuestras sensaciones internas aunque sean dolorosas, y buscar hasta encontrar otros caminos que nos permitan vivir como nos gustaría. Aceptar es permitirnos buscar formas alternativas de hacer las cosas y seguir adelante.
Para distinguir aceptación de resignación, es muy probable que te sean de mucha utilidad las siguientes cuestiones:
1 La aceptación nos ayuda a superarnos. Aquellos eventos que nos hacen daño y nos causan dolor, y que escapan a nuestro control nos desgastan psicológicamente mucho menos si los interpretamos a través de la aceptación, y no de la resignación.
2 La resignación alimenta la pasividad. Nos sentimos más predispuestos a derrotarnos, a dar por imposible lo que nos cuesta esfuerzo en cambiar. Es una forma de excusarnos y de generar conductas de evitación.
3 La resignación no nos deja aprender de los errores. Nos limita a centrar la atención en lo negativo. En cambio, cuando esa situación indeseada ha aparecido en parte por nuestra culpa, la aceptación implica aceptar también ese hecho y plantearse hacerlo mejor en el futuro.
4 La aceptación nos ayuda a ver las cosas con perspectiva. Cuando abrazamos lo inevitable, el dolor emociona se amortigua, no produce tanto malestar. El motivo es que vive ese momento adoptando una perspectiva distanciada, como si todo lo viésemos alejándonos de nuestro cuerpo.
5 La resignación promueve la indefensión. Desmotiva y roba energía, nos deja expuestos a múltiples riesgos. La aceptación, por el contrario, promueve una manera de percibir el mundo y lo que nos pasa en la que el sufrimiento no es lo más importante.

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